A veces
cuando tenemos una conversación con otra persona no entendemos por qué la otra
persona reacciona de una forma no esperada que incluso nos puede llevar a
resultados no deseados, como la pérdida de la confianza, el alejamiento de un
familiar, la pérdida de amistades, etcétera.
Lo interesante de este tema de la comunicación es que nosotros
somos los responsables de cómo conversamos y debemos asumir las consecuencia de
los resultados, por esta razón, es importante hacer la distinción entre lo que
estamos hablando y el impacto que puede producir en otras personas lo que
decimos. Al comprender estas distinciones básicas que nos brinda la ontología
de lenguaje podemos identificar la raíz de la mayoría de nuestros conflictos a
nivel de relaciones interpersonales. Estas distinciones son las afirmaciones y
los juicios.
Las afirmaciones son el acto lingüístico que tiene la función de
describir mundos, estas no son discutibles, por el contrario, son comprobables
y observables, no existe cabida a la discusión, por ejemplo: “llegaste al
trabajo a las 10:30 am y viniste vestido con blue jean y camisa blanca”. La
frase anterior no es refutable, ya que puede ser comprobada por observación y
no tiene ninguna carga valorativa, simplemente se describe una situación.
Por otro lado, tenemos el acto lingüístico de los juicios, que
son declaraciones que sí tienen una carga valorativa, definen qué es bueno y qué
es malo. Los juicios son discutibles y dependen del observador que emite el
juicio, normalmente los juicios hablan más del observador que los emite que del
mundo exterior en sí. Sí tomamos el ejemplo anterior, esa misma frase la
podríamos expresar con juicios diciendo: “eres un flojo y viniste trabajar
vestido horrible”. Los juicios utilizados en este caso son “flojo” y
“horrible”, palabras que son discutibles y su significado depende del
observador, de hecho, no existe un significado específico que nos describa una
verdad absoluta, son conceptos relativos.
La mayoría de los conflictos de las relaciones interpersonales
nacen cuando hablamos con juicios y estos son confundidos y tomados por la otra
persona como una afirmación, como si fuera una descripción de una verdad
absoluta. Al conocer esta distinción pareciera conveniente, por su evidente
beneficio, que en nuestras conversaciones deberíamos hablar por medio de las
afirmaciones, para que no existan estas malas interpretaciones.
Ahora bien, ¿qué pasa con los juicio?, ¿será posible hablar sin
juicios? Por supuesto eso no es posible, debido a que como seres biológicamente
emocionales los juicios son la base de nuestras vidas, inclusive nos da sentido
de ella, en los juicios conseguimos el sabor de la vida. Por esta razón, los
juicios siempre activan emociones en las personas, a diferencia de las
afirmaciones que son neutrales y desligadas de las emociones. Cabe destacar que
existen juicios positivos y negativos que, dependiendo de éstos, activarán una
u otra emoción.
Nuestro gran reto es ser buenos “gerentes de juicios”, ya que
como vimos anteriormente no podemos desprendernos de ellos. En definitiva, para
evitar los conflictos, cada vez que emitas un juicio es conveniente
fundamentarlo o justificarlo por medio de afirmaciones y cada vez que escuches
juicios, haz tantas preguntas como sean necesarias para que la otra persona los
fundamente de manera adecuada por medio de afirmaciones y se eviten las malas
interpretaciones.
Ing. Andrés Villanueva